Psicología e Hipnosis en Madrid (Angel Marín)
"Tú eliges, aunque no lo sepas"
Desde este blog ofrezco mi ayuda en problemas de ansiedad, depresión, estrés, fobias y agorafobia, problemas con las dietas, problemas de pareja, psicosomáticos y para todos aquellos en que como psicólogo clínico e hipnoterapeuta puedo tratar de ayudar en la búsqueda de soluciones, con una atención personalizada ajustada a cada caso.
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Eso de hablar
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—Quería informarme sobre
eso. ¿Usted cómo lo hace?, ¿es eso de hablar?
Esta es una llamada reciente, relativamente frecuente. La
pregunta, como se observará, está cargada de desconfianza. Pareciese que “eso
de hablar”, fuera de poco pelo, al fin y al cabo, hablar puede hacerlo
cualquiera, y gente que se gane la vida hablando, la tenemos por todas partes,
pero en la consulta del psicólogo, el que habla es el paciente. Surge la
siguiente pregunta:
— ¿Entonces voy a pagar por hablar?
Sí y no. La palabra puede conducir en un viaje de ida del
verbo al pensamiento, y de ahí a la emoción, o también a la inversa, de la
emoción al pensamiento y a la expresión verbal. En algún punto de este trasiego
neuronal, surge un awereness o toma
de conciencia. Por lo que se paga es por la guía que hace el psicólogo en ese
viaje.
Lo que no se puede expresar queda encerrado en el
subconsciente, generando malestar, cual si de un quiste se tratara.
Cuando para referirnos a algo que necesitamos empleamos
palabras genéricas como por ejemplo: “dame `el chisme´, o `la esa´”, al eludir
usar el nombre del objeto, empobrecemos nuestro lenguaje y con él, nuestra
capacidad de manejar el entorno. Lo mismo sucede con los sentimientos, si no
podemos “hablar” de lo que nos duele, ponerle nombre, no llegaremos a
identificar lo que nos pasa, y la causa seguirá enquistada.
No siempre se tiene la suerte de contar con quien poder
hablar. La mayoría de las personas rápidamente se abrumarán con tus problemas. Impulsados
por la angustia que les provoca lo que les cuentas, esgrimirán su dedo índice
diciendo: “tú lo que tienes que hacer es…”, apresurando sus fórmulas
salvadoras, demostrándote que escucharte les incomoda, e impidiéndote escuchar
lo que tú estás diciendo, que es la verdadera vía para que encuentres, no una,
sino tus posibles soluciones.
Solemos ser conscientes de nuestras angustias, nuestros
miedos, e incluso de nuestros dolores psicosomáticos, pero inconscientes de sus
causas y posibles soluciones. El camino para llegar a la consciencia de ello,
no es otro que el desfiladero de la palabra.
Vale.
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Preguntas frecuentes (Agorafobia)
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En este vídeo trato de aclarar algunas dudas sobre la terapia de la agorafobia y de animar a comenzar la terapia antes de que los miedos se extiendan demasiado. Enlace directo:https://youtu.be/QCPI8HSNjSw
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Cuaderno de catástrofes (semi-metáfora)
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Luis estaba sufriendo mucho con su propio pensamiento, había sido diagnosticado de trastorno de ansiedad por hipocondría algo que no podía dejar de reconocer. No podía parar, se observaba continuamente… el pulso, el corazón, si tenía algún extrasístole, la tensión arterial, si veía borroso o veía claro. Leía sobre enfermedades, preguntaba en foros de internet y se notaba todos los síntomas asociados a cualquiera de ellas. Siempre con el miedo a morirse, siempre con el foco de su atención sobre sí mismo, preparado para ir a urgencias, donde ya era conocido. No le quedaba tiempo para otra cosa, salvo cuando realmente tenía que centrarse en una obligación como pudiera ser su trabajo. Su doloroso hobby era observarse.
Llegó al punto de tener problemas con la familia, pues no se relacionaba si no era con su tema. Su zona de confort era su sillón al lado del teléfono, preparado para marcar el número de urgencias. Estaba totalmente invadido de pensamientos catastrofistas respecto a sí mismo.
Era consciente de que la vida se le escapaba, pero no porque tuviese algún virus ni nada parecido, sino por sus eternos enfrentamientos a sus pensamientos. Trataba de razonar con ellos… que si “no sois realistas”, que si “no tenéis ninguna base solida”, que si “eso no le pasa a casi nadie”… pero contra todo argumento la catástrofe de turno le respondía “y si…” y Luis volvía a contra argumentar en un dialogo mental interminable, unas veces acompañado de sensaciones físicas y otras no. Sus esfuerzos por reasegurar su vida se iban al traste con un simple “y si…” Trataba de tomar distancia, de relativizar, pero nada. Se estaba derrumbando, se agotaba, estaba harto de tener miedo, ya había pasado por la etapa de darse pena y aunque todavía luchaba contra sus pensamientos ya solo esperaba que de una vez por todas tuviesen razón y llegara el zarpazo final, algo que casi agradecería para dejar de sufrir.
Alguien le sugirió que escribiese sus pensamientos en “un cuaderno”, porque el papel tiene la magia de sujetar los pensamientos y quitarles la voz para poder mirarlos una y otra vez con una cierta distancia.
—Le decía: No es como cuando están en la cabeza que enseguida cambian y no dejan de argumentar y de tratar de convencerte mareándote, no, el papel los atrapa y los congela con la tinta, de modo que puedes leerlos todas las veces que quieras, además un pensamiento para llegar al papel recorre circuitos neuronales distintos de los que usa para alarmar, usa menos la emoción y más la lógica. Escribir es más lento que hablar o pensar, lo que hace que un pensamiento para pasar al papel se ha de ralentizar. El cuaderno es como una cárcel para esos pensamientos recurrentes.
Úsalo diez minutos al día todos los días a la misma hora.
Una vez que hayas puesto allí los pensamientos, cuando traten de volver a llamar tu atención les puedes decir: “vuelve mañana a los diez minutos de cuaderno, hasta entonces no te atenderé”, y así le dejas bien claro que sí, que le vas a atender, pero bajo tus condiciones y cuando tú quieras, no cuando él quiera, pues tú tienes más cosas que hacer en la vida que estar atendiendo pensamientos narcisistas que solo quieren acaparar tu atención.
Poco a poco los pensamientos alarmosos se aburrieron y dejaron de llamar a su cabeza, creo que se extinguieron, y aunque siempre nacería alguno nuevo, ya sabía como tratarlos. Empezó a usar su don de la minuciosidad, su capacidad de atención para cosas más agradables como hacer maquetas, inventar máquinas maravillosas, y otras cosas.
Había conseguido ser dueño de su pensamiento.
Luis estaba sufriendo mucho con su propio pensamiento, había sido diagnosticado de trastorno de ansiedad por hipocondría algo que no podía dejar de reconocer. No podía parar, se observaba continuamente… el pulso, el corazón, si tenía algún extrasístole, la tensión arterial, si veía borroso o veía claro. Leía sobre enfermedades, preguntaba en foros de internet y se notaba todos los síntomas asociados a cualquiera de ellas. Siempre con el miedo a morirse, siempre con el foco de su atención sobre sí mismo, preparado para ir a urgencias, donde ya era conocido. No le quedaba tiempo para otra cosa, salvo cuando realmente tenía que centrarse en una obligación como pudiera ser su trabajo. Su doloroso hobby era observarse.
Llegó al punto de tener problemas con la familia, pues no se relacionaba si no era con su tema. Su zona de confort era su sillón al lado del teléfono, preparado para marcar el número de urgencias. Estaba totalmente invadido de pensamientos catastrofistas respecto a sí mismo.
Era consciente de que la vida se le escapaba, pero no porque tuviese algún virus ni nada parecido, sino por sus eternos enfrentamientos a sus pensamientos. Trataba de razonar con ellos… que si “no sois realistas”, que si “no tenéis ninguna base solida”, que si “eso no le pasa a casi nadie”… pero contra todo argumento la catástrofe de turno le respondía “y si…” y Luis volvía a contra argumentar en un dialogo mental interminable, unas veces acompañado de sensaciones físicas y otras no. Sus esfuerzos por reasegurar su vida se iban al traste con un simple “y si…” Trataba de tomar distancia, de relativizar, pero nada. Se estaba derrumbando, se agotaba, estaba harto de tener miedo, ya había pasado por la etapa de darse pena y aunque todavía luchaba contra sus pensamientos ya solo esperaba que de una vez por todas tuviesen razón y llegara el zarpazo final, algo que casi agradecería para dejar de sufrir.
Alguien le sugirió que escribiese sus pensamientos en “un cuaderno”, porque el papel tiene la magia de sujetar los pensamientos y quitarles la voz para poder mirarlos una y otra vez con una cierta distancia.
—Le decía: No es como cuando están en la cabeza que enseguida cambian y no dejan de argumentar y de tratar de convencerte mareándote, no, el papel los atrapa y los congela con la tinta, de modo que puedes leerlos todas las veces que quieras, además un pensamiento para llegar al papel recorre circuitos neuronales distintos de los que usa para alarmar, usa menos la emoción y más la lógica. Escribir es más lento que hablar o pensar, lo que hace que un pensamiento para pasar al papel se ha de ralentizar. El cuaderno es como una cárcel para esos pensamientos recurrentes.
Úsalo diez minutos al día todos los días a la misma hora.
Una vez que hayas puesto allí los pensamientos, cuando traten de volver a llamar tu atención les puedes decir: “vuelve mañana a los diez minutos de cuaderno, hasta entonces no te atenderé”, y así le dejas bien claro que sí, que le vas a atender, pero bajo tus condiciones y cuando tú quieras, no cuando él quiera, pues tú tienes más cosas que hacer en la vida que estar atendiendo pensamientos narcisistas que solo quieren acaparar tu atención.
Poco a poco los pensamientos alarmosos se aburrieron y dejaron de llamar a su cabeza, creo que se extinguieron, y aunque siempre nacería alguno nuevo, ya sabía como tratarlos. Empezó a usar su don de la minuciosidad, su capacidad de atención para cosas más agradables como hacer maquetas, inventar máquinas maravillosas, y otras cosas.
Había conseguido ser dueño de su pensamiento.
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Estrés y ansiedad
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Un nuevo post, o video sobre eso que tanto nos afecta, el estrés que acaba generándonos ansiedad...
https://youtu.be/2EyZWRD54g4 (enlace directo)
Un nuevo post, o video sobre eso que tanto nos afecta, el estrés que acaba generándonos ansiedad...
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La batalla del pasillo (metáfora)
Ψ Psicología e Hipnosis en Madrid
Trini me contó un sueño que le tenía
angustiada, hacía días que apenas dormía.
En el
sueño, dentro de la que parecía su casa, se vio ante un largo pasillo con
sendas puertas a izquierda y derecha, y como la curiosidad le picaba, no pudo
por menos que ir abriendo las puertas e ir metiendo las narices tras aquellos
cercos.
Para su
sorpresa, tras la primera puerta vio, la cocina en la que trabajaba y sobre la
que mandaba. Aquel desbarajuste realmente le irritaba, de modo que no dejaba de
gritar a sus ayudantes, a los pinches, a los camareros y a todo el que se le
acercaba. Sus nervios estaban a flor de piel, un ambiente eléctrico circulaba
por toda la cocina; realmente era un milagro que los platos llegasen en buenas
condiciones a los comensales. Cerró aquella puerta y sintió un cierto alivio al
dejar los problemas al otro lado.
Ante la
reciente experiencia, su curiosidad luchaba con su miedo. Venció la primera. Abrió
la segunda puerta y allí estaba su familia. Claramente era un sueño porque su
familia realmente estaba en Rumanía. Pudo ver a sus padres, ya ancianos, a los
que no podía ayudar; los que echaba de menos. Su condición de emigrante le
llenaba de tristeza y de una cierta rebeldía ante su situación. Se reprochaba
el estar tan lejos de ellos.
La
tercera puerta le miraba desafiante… Al abrirla vio a su marido que hacía su
vida; cada vez le sentía más lejano, sumido en sus cosas y en sus rutinas, sin
un verdadero interés en los problemas que ella pudiera tener. Quien esperaba que fuese su compañero, su apoyo…, se
aburría con ella.
Más
enfadada que otra cosa, se dirigió a una cuarta puerta que abrió con cierta
violencia. Asustó a su queridísima hija que estaba allí jugando con sus
muñecas. Al verla, sonrió, era la alegría de su vida, la que realmente le
ayudaba a soportar los sinsabores de su día a día. La felicidad fluía entre
madre e hija.
De
repente, una corriente de aire abrió todas las puertas y se desataron las iras
de todas las furias. Discutían entre ellas, culinarias, rumanas, conyugales, y
otras que no habiendo sido invitadas, aparecieron por sorpresa, como las de
algunas amistades querulantes. Todo esto alcanzó e inundó los ánimos de Trini,
que sin darse cuenta de dónde estaba, participó con todo su poder en la batalla
del pasillo, gritando a voz en cuello, con el rostro amoratado y desencajado.
Benicia, su hija, asustada rompió a llorar llamando a su madre. Trini, en el
fragor de la batalla, se giró bruscamente, y sin mirar el tamaño de su
repentino enemigo le escupió un destructivo: “¡Cállate!”
Ante tan
desproporcionado ataque, Benicia, paralizada, sustituyó el ruido de su llanto por
un incontrolable hipeo: hip, hip, hip…
Al ver
a su hija en semejante estado, Trini se aterrorizó de sí misma.
— ¿Cómo
he podido maltratar a mi niña ?—, se preguntaba. Consiguió calmarla y
restablecer la paz entre ellas, pero no dejó de preguntarse, si no se estaría
volviendo loca al haber atacado a su hija de ese modo.
Solo
fue un sueño; un sueño angustioso que le quitó la paz durante muchos días.
Poco a
poco fue viendo el conjunto de su vida y el significado que aquel sueño podía
tener para ella… Se habían escapado los problemas de todas las habitaciones, y
discutían los unos con los otros….Trini, era el único punto en común de todos ellos,
y se puso a discutir con todos a la vez…, agrediendo sin querer a quien más
quería. Estaba claro que no tenía fuerzas para hacer frente a tantas puertas
gritonas.
Se
daría un tiempo y trataría de arreglar aquellos desaguisados de uno en uno,
pues como cocinera que era, sabía que había buenas y malas mezclas.
Lo
mejor sería ir puerta por puerta.
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Creencias y consciencias
Ψ Psicología e Hipnosis en Madrid
- “Sólo existen dos cosas: ciencia y opinión.
La primera engendra el conocimiento; la segunda, la ignorancia”.
Lo más frecuente es encontrar al paciente
“agarrado a un diagnóstico”, recibido o autogenerado, porque al darle nombre a
lo que le pasa siente un alivio, ya que no le pasa solo a él, y eso le da una
esperanza de que haya una solución. Viene cargado de creencias, con la
subjetividad a flor de piel.
Las
creencias se forman en el seno de la familia y van saltando de grupo en grupo
hasta extenderse por toda la sociedad. Son muy poderosas; se puede enfermar por
creencia y creo que el vudú puede ser
un buen ejemplo, y también creo que
se puede sanar por creencia como la Fe en la Virgen de Lourdes.
Hipócrates, basándose en la observación dijo,
entre otras muchas cosas:
- “Es mucho más importante saber qué persona
tiene la enfermedad que qué enfermedad tiene la persona”.
Solo
conociendo a la persona, sus opiniones, sus creencias, el cómo se posiciona en
su mundo, podemos acercarnos a la enfermedad.
En cuanto a
lo segundo, cualquiera puede constatar que la opinión requiere menos esfuerzo
que el saber científico. Sucede que la opinión de muchos puede llegar a ser la
guía de nuestra forma de vivir “creemos
en lo que sabemos porque sabemos en lo que creemos”, con la Fe del carbonero. Somos seres sociales, es nuestra
condición…
Galeno puso
en relación el cuerpo con las facultades anímicas o sentimientos, anticipando la psicosomática.
Desde
entonces la interacción
mente cuerpo fue apartada poco a poco como objeto de estudio de la medicina. El
cuerpo quedó bajo el dominio de la medicina, y el alma fue pasando de los
sacerdotes a los filósofos, y una vez convertida en afectos capaces de
trasformar el funcionamiento corporal, se reparte entre psicólogos, psiquiatras
y nuevas familias que reclaman su parte del trabajo.
Hoy se considera la interacción entre lo
biológico, lo psicológico y lo social, esto es, lo biopsicosocial como
explicativo de la salud ser humano, aunque a mi modo de entender falta un
elemento clave, un cuarto eje para que la persona se empodere de su salud, y es
la CONSCIENCIA de sí mismo en relación a su entorno, a su proceso vital, a sus
formas de enfermar y como lo conjuga con sus creencias y sus actitudes.
Nos preguntamos:
¿Cómo es posible que algo de lo que no soy
consciente haga que me maree?
¿Por qué llego a paralizarme ante la idea de
salir a la calle?
¿Por qué tengo miedo a pedir lo que es mío?
¿Por qué no puedo hablar en público?
¿Por qué tengo que controlarlo todo?
¿Por qué me angustia todo?
La consciencia es algo que surge de dentro de
uno mismo, puede ser un insight, un repentino
ver dentro de mí, como: ¡Ah, entiendo! O
poco a poco relacionando unos datos con otros. Por ejemplo, por más que me
digan que NO todas las ranas son
verdes, no daré importancia al detalle hasta que eso sea significativo para mí. Conozco a una persona que hasta que
no le diagnosticaron una diabetes, “no se dio cuenta”, hasta que le fue significativo, de que mediante el ejercicio tenía
el control de su salud en sus manos. Necesitó un problema para descubrir lo
obvio, para prestar atención y desarrollar su consciencia en esa área.
Cuando vas al psicólogo (o psicóloga) después
de que los médicos hayan descartado toda causa orgánica, aunque no lo sepas, lo
que estás haciendo de algún modo es pedir ayuda para entender o hacer algo con
lo que te pasa, para incrementar tu nivel de consciencia, aunque al principio
es una petición inconsciente. Te sientes mal y quieres cambiarlo. Lo normal es
que tengas prisas por mejorar. Hay procesos de enfermar que se gestan durante
años, su solución puede ser sencilla, pero también puede que requieran tiempo
para deshacerse. Se espera que el tiempo de duración de la terapia no sea el
mismo que el de la historia de la dolencia, que sea notablemente más corto. Cuanto
antes se empiece mejor.
Cuando permitimos que el terapeuta “nos vea”
a través de su mirada podemos vernos y entendernos mejor. El psicoterapeuta
está entrenado para ver, sentir y poner ante nuestra mirada aquello que tal vez
ha estado mucho tiempo oculto generando mal estar. No es un gurú ni un mago ni
un chamán, no es una persona que ayuda gratis, como me dijeron no hace mucho;
es un profesional que vive de su trabajo, como tú del suyo. No es un trabajo de
carpintería (noble arte), es un trabajo con una dimensión humana fundamental
que precisa empatía y confianza, además del conocimiento de los procesos
humanos y formas de llegar a lo individual, a lo que te ocurre a ti y solo a ti,
por mucho que se parezca a lo que les ocurre a otros.
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El pescador (metáfora)
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A
la noche cargó la barca con la red y las teas, saldría solo, lo haría como le
había enseñado su padre, como no tardando mucho podría él enseñar a su hijo
mayor. Sabía que su familia le esperaba.
Hace
mucho mucho tiempo, vivía Efrén con su mujer Noemí y sus dos hijos en la casa
de su padre Uriel, una humilde casita de pescadores en los arrabales de Cafarnaúm
junto al lago Tiberíades de Israel.
Vivía
la familia de la pesca de Uriel y su hijo, como la mayoría de sus vecinos.
Pescaban por las noches, atrayendo los peces a la luz de las teas embreadas.
Aquella
noche soplaba una suave brisa sobre el agua que empujaba la vela lago adentro;
nada presagiaba lo que ocurrió después, y es que inesperadamente el viento
arreció, la luna quedó oculta tras las nubes y empezó a descargar una terrible
tormenta. Las teas se apagaron, las aguas se encresparon. Efrén iba al timón y Uriel
fue a recoger la vela para no zozobrar. Apenas se veía a dos brazos de
distancia. Aquello fue intenso, pero breve, poco a poco las aguas se fueron
calmando.
Uriel
no veía a su padre, comenzó a buscarle por el suelo de la barca que no era
grande. Su alarma y desesperación se dispararon. Miró al agua, le llamó, grito...
Solo le acompañaban el movimiento de la barca y el golpear de la vela recogida
contra el mástil. No pudo encender las teas, todo estaba empapado. Esperó al
amanecer con la esperanza de que estuviese cerca agarrado a alguna de las cajas
que cayeron por la borda. No vio nada.
Extendió
la vela para volver a puerto con la esperanza de hallarle allí.
Encontró
a su familia y a sus vecinos preocupados. No podía creer que su padre no
estuviese allí.
Tras el
shock inicial empezó a rumiar ideas acerca de lo que había pasado, culpaba a su
padre de no haberse atado a la barca, de no haber tenido cuidado, se culpaba a
sí mismo de haberle dejado hacer la peligrosa tarea de arriar la vela en esas
circunstancias, culpó a Yavé de haberles mandado semejante tormenta sin motivo,
pues ellos de puro humilde no podían haber hecho mal a nadie ni queriendo.
Sintió ira y rabia por todo lo ocurrido.
Deseaba
que su padre apareciese vivo, para ello estaba dispuesto a lo que fuese, a dar
su vida a cambio, rezaba, negociaba con Yavé su comportamiento futuro a cambio
de la vida de su padre, porque no solo era su padre, era su maestro, su guía,
su consejo. Hasta ahora no se había dado cuenta de todo lo que era su padre.
A los
dos días unos vecinos vieron el cuerpo de Uriel flotando cerca de la costa.
Efrén
lloró todo aquel día, y después entró en un estado de estupor con la mirada
perdida sobre las aguas. Estuvo así mucho tiempo, con una profunda tristeza que
apenas le permitía respirar, no comía, apenas se movía, más que dormir, se
ausentaba mentalmente, la cercanía de su mujer y de sus hijos que antes le
alegraba ahora le dejaban indiferente.
Empezaron
a vivir de la caridad de los vecinos, pues Efrén no salía a pescar.
Los
vecinos pasaron de tener compasión a sentirse molestos y después enfadados,
pues no entendían como seguía así mientras ellos alimentaban a su familia. Poco
a poco se fueron alejando…
Efrén,
desde el rincón en el que estaba agazapado, vio a su mujer y a sus hijos
llorando abrazados entorno al fuego de la cocina vacía, y supo que su padre
nunca hubiera permitido que él pasase hambre pese a lo pobres que eran.
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Mi pareja no quiere venir a terapia
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Tengo problemas de pareja.
¿Es útil que vaya yo solo/a a terapia?
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Agorafobia y su tratamiento
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Más allá de
los síntomas que se pueden especificar y que encontramos en los manuales de
diagnóstico, me parece ver en el paciente el convencimiento de su incapacidad
de hacerse cargo de sí mismo en determinadas circunstancias.
Sus miedos, pueden
estar apoyados en sus vivencias o en su imaginación, y ser de largo recorrido, o
sea, que han ido instalando de manera insidiosa a lo largo de muchos años de
auto desconfianza. Al principio pudo sentirse sorprendido por una situación nueva,
sentimientos y sensaciones desconocidas que tuvieron como resultado preocupaciones
y dudas sobre sí mismo, que le fueron retirando de las cosas que hacía
habitualmente.
Esas
sensaciones desconocidas, después de descartar cualquier causa orgánica, suelen
tratarse con ansiolíticos, lo que en el mejor de los casos deja larvado el
problema, solo se trata el síntoma.
El paciente
necesita ser escuchado profundamente. En consulta, su primera sorpresa es que
otro le escucha, y la segunda sorpresa es que puede hablar. Son demasiadas
personas ya las que han opinado sobre lo que le pasa, y muy pocas le han escuchado.
Las imágenes
son muy poderosas y esta es una de las suelo usar para explicar que es lo que
va a ser la terapia: “Imagínate que estamos ante un problema que tiene forma de
ovillo, un ovillo de lana de muchos colores, del que asoman varias puntas. Lo que vamos a hacer es ir
tirando de cada una de esas puntas. Las que vayan cediendo primero, y poco a
poco, iremos aflojando el ovillo, unas cederán más y otras cederán menos. Hasta
que al final tengamos todas las hebras sobre la mesa. Cuando tengamos las
hebras ya veremos qué hacemos con ellas.”
Tenemos que
tener una perspectiva. Lo importante no ha sido tanto deshacer el ovillo como
ver qué es lo que podemos hacer con él, verlo en perspectiva y qué es lo que
puede significar para nosotros.
Necesito
saber cosas de mi paciente, pero lo más importante es el proceso que usa el
paciente para darme esa información que él ya conoce. Cuando tiene que acceder
a ella, el paciente reelabora la información y al reelaborarla se da cuenta de
cosas que tal vez antes no había visto; lo hace para que yo lo entienda, pero
al explicarse para mí también se explica para sí mismo. Estamos en la diada
terapéutica. Suelo decir que cada vez que se saca una foto de la caja, la caja
donde están las fotos del recuerdo, la vemos, la miramos y nos causa unas
sensaciones y unos sentimientos, y cuando la volvemos a dejar, esa foto nunca
va exactamente al mismo lugar de la caja donde había estado, nunca nos
despierta siempre los mismos sentimientos, porque cada vez que la vemos entra
en juego la subjetividad. Esta subjetividad hace que las cosas cambien.
Hace mucho
que aprendí a dejarme llevar, sin perder consciencia de lo que pasa ni mi
capacidad de elección. Esto me es muy útil para acompañar a los pacientes y
señalarles caminos que pueden tomar no, según sus decisiones.
La cuestión
es que vaya tomando confianza en sí mismo y se atreva a “ser”; aquí es donde mi
trabajo encuentra su utilidad.
Por la
desconfianza en sí mismo, el agorafóbico necesita atarse a muchos cabos, estos
cabos son los mismos que le impiden moverse, y puede que incluso no pueda venir
a consulta.
Si no puede
desplazarse, la alternativa que nos queda es el teléfono. Yo no soy partidario
de la videoconferencia, por su inseguridad y porque no siempre es accesible a
todo el mundo y aunque la imagen puede dar información, resta atención al
discurso.
Por contraste,
además del mensaje trasmitido, en el teléfono se oyen los tonos, los cambios,
la velocidad y el ritmo de la palabra; los silencios, su duración, la forma de
romperlos; el estado de ánimo, la respiración, la fluidez y la riqueza del
discurso. Hasta se pueden sentir los “insight”, y si se tienen dudas, pues
siempre se puede preguntar.
Cuando le
pido una sugerencia al paciente sobre algo que él cree que puede hacer, lo hago
porque sé que todo ha de partir de él. Hay que saber dónde se atreve a situarse.
Conviene que tome conciencia de sus posibilidades y que se comprometa con
ellas. Él es la medida de todas sus cosas,
y conforme avance, se irá empoderando…, que de eso se trata.
De momento
nada más. Un saludo. Muchas gracias.
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"Trucos" para la agorafobia
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Antes de nada, aclarar que cuando hay síntomas
físicos, lo indicado es acudir al médico, y cuando este descarte etiologías
orgánicas, es el momento de plantearse acudir al psicólogo o al psiquiatra
porque lo más probable es que estemos ante un problema psicosomático.
Ante cualquier problema se demanda una solución
inmediata, no importa que el problema tenga años de historia. Un joven recién
salido de la adolescencia me preguntaba por el “truco” para ligar. Otro, no tan
joven, quería no ponerse nervioso nunca y también pedía que le vendiera el
“truco”. Trucos para la ansiedad, para dejar de fumar,… para todo lo
imaginable. Pareciera que los trucos debieran ser las “pastillas” de los
psicólogos.
Si conseguimos superar la frustración que suele
producirse en la primera sesión por el choque entre las expectativas y las
posibilidades, lo que puede ir surgiendo al hilo del desarrollo de la
psicoterapia son sugerencias motivadas (“trucos”). Me explicaré mejor con
ejemplos...
Dos trucos para
el ataque de pánico:
En el ataque de pánico, los pacientes se aterrorizan
porque en determinados momentos tienen la sensación
de no poder respirar, de que les falta el aire, de que no pueden hinchar
plenamente los pulmones. Esto se acompaña de un desequilibrio en los gases de
respiración, demasiado CO2 y sensaciones que les alarman.
Tratan de solucionarlo forzando una respiración
torácica, es decir, introducir aire en los pulmones a fuerza de mover las
costillas, pero la ansiedad, los famosos “nervios”, deja la caja torácica como
bloqueada, como que no se mueve o lo hace muy poco, dando la sensación de que
no se puede respirar. Si se hiciese una respiración diafragmática, subiendo y
bajando el estómago, no importaría si las costillas se mueven o no.
En la respiración intervienen en distinto grado,
tanto un tipo de respiración como el otro. El caso es que pocas personas tienen
conciencia de su respiración diafragmática, y en la angustia de la supuesta
asfixia no es el momento para aprender, y menos acuciados por una taquicardia galopante.
El miedo puede bloquear y suspender toda actividad,
incluso la de respirar, entrando de ese modo en un bucle, la sensación de falta
de aire dispara el miedo y este el bloqueo.
La paradoja es que la causa por la que se requería
más oxigeno para ejecutar no se sabe qué acción, queda oculta tras tanto
síntoma.”¿Qué fue lo que me asusto?”
─“Truco”
para la sensación de asfixia:
Respirar por la boca, despacio, y tomando pequeños “traguitos
o chupitos de aire”, sin prisas, para sobrevivir e ir viendo que sigues
respirando. Llegará el momento, cuando menos te lo esperes, esto es, cuando te
relajes un poco, en el que verás como vuelves a tener la sensación de plenitud
en los pulmones. No tengas prisa.
Aquí hay que
aprovechar para hacer ver que normalmente no respiramos “a pleno pulmón” y no
nos preocupa porque confiamos en nuestros automatismos corporales, hasta que el
miedo nos quita la confianza en nuestro cuerpo y pasamos a vigilarlo para no
perdernos la más mínima pulsación, no vaya a ser que esa sea la última. Y a más
vigilancia, más angustia, inevitable.
Otras veces lo que asusta es la sensación de mareo, de despersonalización...
Lo contrario del bloqueo respiratorio es la
hiperventilación, las causas son similares a las del bloqueo respiratorio,
situaciones temidas, rechazadas o la anticipación de las mismas. El miedo,
antes bloqueaba (asfixia), ahora prepara al cuerpo para la acción, oxigenando
más la sangre, aumentando la frecuencia respiratoria y la cardiaca.
Si el miedo no sigue su curso con una respuesta, ya
sea correr, atacar u otra cualquiera, la
química de nuestro cuerpo queda alterada, hemos tomado demasiado oxígeno para
nada, y nos sentimos mal. En la consulta es muy fácil de demostrar a los
pacientes, les pido que hiperventilemos a dúo…, y nos mareamos. La conciencia
de la situación para la que se estaba preparando nuestro cuerpo no aparece,
pero sí la del mareo que se produce con una respiración alterada, excesiva; una
hiperventilación.
Contrariamente a la situación anterior ahora el
equilibrio se rompe por la abundancia de oxigeno.
─“Truco”
para la sensación de mareo:
Respirar despacio, o respirar con la nariz y la boca
dentro de una bolsa de papel, o respirar en el hueco de las manos sobre la
nariz y la boca. Así introducimos menos oxigeno y nos vamos calmando.
Solución: Investigación de la idiosincrasia del
paciente, descubrimiento y toma de conciencia de las verdaderas causas,
aceptación, búsqueda de soluciones y práctica antes de las dificultades. Resumiendo,
psicoterapia.
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Psicología y psicoterapia
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Terapia... lo difícil siempre es empezar
Ellos) - Hola,
buenas tardes.
Ψ) – Buenas tardes,
ustedes dirán que les trae por aquí.

Ψ) – ¿Y usted que
cree que le pasa?
Hijo) - Lo que diga
ella.
Ψ) – Bien, pues si
le parece me lo trae el jueves a las seis para que empecemos unas sesiones
individuales, en las que él irá hablando de lo que quiera hablar, y poco a poco
usted verá como va cambiando.
Madre) - Bueno, ya
veremos. Porque no estamos para gastar dinero en tonterías.
Ψ) – Como ustedes
quieran…
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Metáfora: La protesta del camino

La presión era como
un tsunami que impulsaba las aguas por encima de la costa hasta los valles de
su ser, llenándolos con porquería ajena, con demandas inesperadas, rompiendo
sus esperanzas de paz y sosiego.
Se había ido
replegando bajo su piel. En su imaginación recorrió todos sus músculos,
centrándose en relajarlos…, aflojarlos…, desconectando del mundo. Con los ojos
cerrados contemplaba su bóveda craneal, oscura y serena. Se sentía cual nonato
que flotara en la seguridad del vientre protector de su madre.
Observaba su propia
respiración, cada vez más serena y tranquila, automática. Abandonado a la
ligera pesadez de su cuerpo, a su paz interior.
Fuera habían
quedado los problemas, las angustias, las amenazas. Sabía que no habían
desaparecido, que antes o después tendría que hacer algo, o no; pero ahora se
estaba tomando un descanso…, respiraba…, desconectaba…
Se sumió en una
reflexión de lo que había sido su vida, sobre las decisiones que había tomado y
sobre los caminos equivocados.
De repente un
camino airado se levantó serpenteante ante él provocando una nube de polvo. Le miró a
los ojos y le dijo: “Los caminos jamás nos equivocamos, sencillamente os
llevamos donde queréis ir, ¡desagradecido!”
Absorbió la
profunda mirada, y sin luchar con ella fue dejando que se acoplase en su interior
como parte de sí mismo; poco a poco fue sintiéndose más cómodo. Empezaba a amar
su camino tal como era, con sus partes fáciles y difíciles; sin él no habría
llegado donde estaba. Ahora sabía que cada vez que levantase un pie para dar un
paso, él estaría allí para darle soporte, para unir su pasado con su futuro,
como lo había hecho durante toda su vida, siempre atento a sus elecciones.
Volvió de su retiro
interno sereno y centrado, con la determinación de mirar directamente a cada una de sus dificultades, empezando por las más pequeñas para entrenarse; dispuesto a hacer algo, aunque no sabía muy bien qué; a tomar
las riendas de su vida aunque no sabía muy bien cómo, cargado de compasión para sí mismo y para con los
demás.
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Metáfora: Elucubraciones
Estaba en aquel
magnífico salón minimalista mirando la valla del jardín a través de la amplia
cristalera.
Era una
urbanización de chalecitos muy tranquila. La criada le había dicho que esperase
allí, el señor tardaría un poco.
D. Teodoro era su
profesor preferido, tal vez porque siempre fue muy considerado con él y le
animó a estudiar. Dirigió su doctorado y le llevó de ponente a varios
congresos. Juntos organizaron varios seminarios.
En su interior le consideraba
como al padre que nunca tuvo. Aquel día se acercó a su casa con el pretexto de
consultarle sobre un proyecto, pero la verdad era que quería estar un rato con
él.
Empezaba a tardar,
se entretuvo ojeando un libro. La tarde se fue haciendo noche y no aparecía
nadie.
Vio salir a la
criada. La casa estaba a oscuras, salvo el salón. ¿Se habrían olvidado de él? ¿Le
habían dejado solo?
Poco a poco empezó
a captar el mensaje… su profesor no debía sentir por él nada parecido a lo que
él deseaba… -¿Tan poca cosa soy que me han abandonado? ¿Debería haber llamado
antes de venir?- Se dijo.
Avergonzado y
humillado salió de la casa por una ventana, pues habían cerrado la puerta con
llave. Saltó la valla y comenzó a caminar. Le venían a la memoria los momentos
en los que se había sentido rechazado; le inundaba la tristeza. De nada le
servía decirse que él también había rechazado a otros, que la vida es “un toma
y daca”.
Recordó la oración
de F. Perls “Yo no estoy en este mundo para satisfacer tus expectativas, tú no
estás para satisfacer las mías, si nos encontramos puede ser maravilloso; si no,
también…”; ¡mierda de Perls! ¿Quién era tan maduro para aguantar aquello? Desde
luego él no. Estaba jodido y punto. Se sentía dolido y ridículo. Había dado por
supuesto que su profesor también sentía algo por él, pero lo sucedido le decía
lo contrario…
A los tres días
recibió una nota que le llenó de sentimiento contradictorios, decía:
“Querido Juan, he
sabido por mi asistenta que estuviste en casa esperándome. Te ruega que la
disculpes por haberte dejado encerrado. Se puso muy nerviosa cuando le dijeron
que me acababan de ingresar por un infarto y salió corriendo para venir a verme
sin acordarse de que estabas esperándome. Tan pronto como me suelten te llamo y
hablamos. Un fuerte abrazo. Teodoro”
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Metáfora: Reparto de carne
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El pueblo de los abuelos |
Luis vivía en una estresante ciudad en donde tenía
un trabajo de silla y ordenador que le exigía casi todo su tiempo. Trabajaba en
casa, muchos días no salía, o a lo más bajaba a la panadería: -Una barra por
favor. Gracias – podía ser su conversación más larga.
No quería seguir así, se ahogaba andando, le costaba
respirar, su enorme barriga le dificultaba mucho atarse los cordones de los
zapatos. Los médicos ya le habían dicho que tenía que perder peso pero se
sentía atrapado en sus rutinas. Necesitaba un cambio de aires; su vida le
estaba matando.
Se fue a vivir a la casa del pueblo de sus difuntos
abuelos, como primer cambio de los que tendría que hacer, aunque de momento no
sabía muy bien cuáles serían. Había roto con su trabajo y necesitaba ocuparse
en algo.
En la carnicería cercana a su casa le ofrecieron
hacerse cargo del reparto de los pedidos, – ¡Eso sí que es un cambio! - se dijo
a sí mismo, pero de momento no había otra
cosa.
La mayoría del casco urbano lo habían hecho
peatonal, los turistas estaban encantados, pero a él las posibilidades para
hacer su reparto se reducían a dos, hacerlo en bicicleta o andando; con su peso
no se atrevía a intentar lo de la bicicleta.
Los pedidos para repartir ya estaban preparados a
las 10h., y él, buen conocedor del pueblo en el que había pasado tantos
veraneos, se planificaba bien su ruta. Los primeros días repartió cargando las
bolsas a mano, tenía que parar de vez en cuando para recuperarse y tardó
muchísimo en hacer los repartos. El ejercicio y el sol de justicia de aquel
pueblo manchego le hacían empapar su frente, su espalda, sus sobacos, su
cintura…,”chorrrreaba”.
De no haber sido porque estaba trabajando, de buena
gana se hubiera bebido un par de dobles de cerveza, pero su ética le refrenó.
Los clientes, sobre todos los del final de la ruta,
se le quejaban al carnicero de que sus pedidos les llegaban menguados de peso,
se veía que habían escurrido jugo en el trayecto, y el carnicero les respondía
con sorna – ¡Pues no sabes cómo me vuelve el repartidor! -
La necesidad llevó a su mente la idea de ayudarse de
un carrito en su reparto. La cosa mejoró bastante, el trabajo se alivió, la
caminata resultó más ligera.
A Luis el trato con la carne se le hizo desagradable
y lo que menos quería era encontrársela en su comida. Por fortuna para él aquel
pueblo tenía una buena vega y muy ricas verduras, hortalizas y legumbres, casi
se hizo vegetariano, salvo por el pollo y algo de pescado.
Su forma de comer cambió, le seguía costando alejarse
del azúcar, pero aprendió el truco de acordarse de los problemas que tuvo su
madre con la diabetes para alejarse de ella.
Se volvió responsable en su forma de comer.
Pudo encontrar otro trabajo mejor, y aprendió que
debía evitar a toda costa volver a ser tan sedentario como antes, ya no dejaría
de andar, aunque ahora por gusto.
Como sabía que era olvidadizo se ayudó de un aparatito
que llevaba siempre y le informaba de su actividad, para saber si estaba
cumpliendo su objetivo de ejercicio o debía corregirse.
Al cabo de tres meses de disciplina pudo decir con
gozo:
¡Ya me puedo atar los cordones de los zapatos!
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Metáforas

Semejanza,
interacción y sustitución de elementos son el andamiaje de las metáforas.
Vivimos inmersos en
una “gran metáfora”. Las noticias que nos llegan del mundo, cuanto más lejano
al nuestro, menos semejante nos parece, menos nos sensibiliza y menos nos
activa. La proximidad favorece la identidad, la lejanía la diferencia.
Los libros, los cuentos,
los chistes, las fábulas, las historias del barrio, las patrias y los libros
sagrados desprenden sugestiones, a veces imperativas como mandatos que educan,
estructuran, orientan y señalizan valores, ofrecen una visión del mundo.
Bullimos con lo que nos bullen.
Con lo que nos
rodea construimos nuestra visión del mundo y sobre nosotros mismos. No es raro
que este constructo llegue a hacerse doloroso e insalubre.
Se hace necesaria
entonces una contra metáfora sanadora, que ofrezca una visión del mundo
vivible, alternativas posibles al alcance del sufriente.
Aprendemos
imaginando. No podemos dejar de usar imágenes, aglomeradas en conceptos, ni
aunque nos digan que no lo hagamos:
“No pienses en un elefante verde”….
Las metáforas se
construyen con los mismos ladrillos que se usan en la vida común: la
imaginación, la semejanza, la suposición, la simplificación… Pueden ser
escritas o narradas. La narración, si consigue transmitir emoción y veracidad
se acepta más fácilmente.
La efectividad de
la metáfora va a depender del narrador, del oyente y de sus circunstancias.
Las circunstancias
referidas a la vivencia del oyente, su problemática, sus necesidades e incluso
su relación con el narrador.
El oyente aporta su
disposición, su interés, su atención, su implicación, que se verían favorecidos
por una bajada de nivel de su alerta defensiva, para lo que podría ayudarse de
la hipnosis o al menos de la relajación.
El narrador ha de
considerarse a sí mismo como parte de la ecuación que considera tanto al oyente
como a sus circunstancias y elegir la metáfora que mejor pudiera ayudar en la producción de un
“insight” sobre la problemática a
resolver.
Las metáforas las
hay generales como las que se pueden encontrar en los libros, o hechas a medida
del que escucha. Ambas pasan por el filtro interpretativo del destinatario.
En este blog voy
colgado metáforas originales que hice a medida de unas personas, por si pueden
ayudar a otras.
Habrá quien piense
que con una metáfora no se mueve nada, “pero se mueve”.
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Sobre metáforas:
“Guiones y estrategias
en hipnoterapia” de Roger P. Allen
“El empleo de
metáforas en psicoterapia – 101 Historias Curativas” de George W. Burns
“La magia de la metáfora”
de Nick Owen
“Para la mujer -50
ejercicios de sofrología” de Dr. Jean Audouin y Joëlle Souffir
Fábulas, de Esopo;
de Félix M. Samaniego,…
Infinidad de
cuentos…
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Acceso a la consulta desde la Plaza de los Cubos en la calle Princesa de Madrid
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