Lo más frecuente es encontrar al paciente
“agarrado a un diagnóstico”, recibido o autogenerado, porque al darle nombre a
lo que le pasa siente un alivio, ya que no le pasa solo a él, y eso le da una
esperanza de que haya una solución. Viene cargado de creencias, con la
subjetividad a flor de piel.
Las
creencias se forman en el seno de la familia y van saltando de grupo en grupo
hasta extenderse por toda la sociedad. Son muy poderosas; se puede enfermar por
creencia y creo que el vudú puede ser
un buen ejemplo, y también creo que
se puede sanar por creencia como la Fe en la Virgen de Lourdes.
Hipócrates, basándose en la observación dijo,
entre otras muchas cosas:
- “Es mucho más importante saber qué persona
tiene la enfermedad que qué enfermedad tiene la persona”.
Solo
conociendo a la persona, sus opiniones, sus creencias, el cómo se posiciona en
su mundo, podemos acercarnos a la enfermedad.
En cuanto a
lo segundo, cualquiera puede constatar que la opinión requiere menos esfuerzo
que el saber científico. Sucede que la opinión de muchos puede llegar a ser la
guía de nuestra forma de vivir “creemos
en lo que sabemos porque sabemos en lo que creemos”, con la Fe del carbonero. Somos seres sociales, es nuestra
condición…
Galeno puso
en relación el cuerpo con las facultades anímicas o sentimientos, anticipando la psicosomática.
Desde
entonces la interacción
mente cuerpo fue apartada poco a poco como objeto de estudio de la medicina. El
cuerpo quedó bajo el dominio de la medicina, y el alma fue pasando de los
sacerdotes a los filósofos, y una vez convertida en afectos capaces de
trasformar el funcionamiento corporal, se reparte entre psicólogos, psiquiatras
y nuevas familias que reclaman su parte del trabajo.
Hoy se considera la interacción entre lo
biológico, lo psicológico y lo social, esto es, lo biopsicosocial como
explicativo de la salud ser humano, aunque a mi modo de entender falta un
elemento clave, un cuarto eje para que la persona se empodere de su salud, y es
la CONSCIENCIA de sí mismo en relación a su entorno, a su proceso vital, a sus
formas de enfermar y como lo conjuga con sus creencias y sus actitudes.
Nos preguntamos:
¿Cómo es posible que algo de lo que no soy
consciente haga que me maree?
¿Por qué llego a paralizarme ante la idea de
salir a la calle?
¿Por qué tengo miedo a pedir lo que es mío?
¿Por qué no puedo hablar en público?
¿Por qué tengo que controlarlo todo?
¿Por qué me angustia todo?
La consciencia es algo que surge de dentro de
uno mismo, puede ser un insight, un repentino
ver dentro de mí, como: ¡Ah, entiendo! O
poco a poco relacionando unos datos con otros. Por ejemplo, por más que me
digan que NO todas las ranas son
verdes, no daré importancia al detalle hasta que eso sea significativo para mí. Conozco a una persona que hasta que
no le diagnosticaron una diabetes, “no se dio cuenta”, hasta que le fue significativo, de que mediante el ejercicio tenía
el control de su salud en sus manos. Necesitó un problema para descubrir lo
obvio, para prestar atención y desarrollar su consciencia en esa área.
Cuando vas al psicólogo (o psicóloga) después
de que los médicos hayan descartado toda causa orgánica, aunque no lo sepas, lo
que estás haciendo de algún modo es pedir ayuda para entender o hacer algo con
lo que te pasa, para incrementar tu nivel de consciencia, aunque al principio
es una petición inconsciente. Te sientes mal y quieres cambiarlo. Lo normal es
que tengas prisas por mejorar. Hay procesos de enfermar que se gestan durante
años, su solución puede ser sencilla, pero también puede que requieran tiempo
para deshacerse. Se espera que el tiempo de duración de la terapia no sea el
mismo que el de la historia de la dolencia, que sea notablemente más corto. Cuanto
antes se empiece mejor.
Cuando permitimos que el terapeuta “nos vea”
a través de su mirada podemos vernos y entendernos mejor. El psicoterapeuta
está entrenado para ver, sentir y poner ante nuestra mirada aquello que tal vez
ha estado mucho tiempo oculto generando mal estar. No es un gurú ni un mago ni
un chamán, no es una persona que ayuda gratis, como me dijeron no hace mucho;
es un profesional que vive de su trabajo, como tú del suyo. No es un trabajo de
carpintería (noble arte), es un trabajo con una dimensión humana fundamental
que precisa empatía y confianza, además del conocimiento de los procesos
humanos y formas de llegar a lo individual, a lo que te ocurre a ti y solo a ti,
por mucho que se parezca a lo que les ocurre a otros.